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"El niño es el padre del hombre;
y desearía que mis días estén
uno a uno ligados a la piedad natural."

William Wordsworth, "Mi corazón salta"
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EL GUARDIÁN (vídeos)

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MUTARI IN ALITEM

lunes, 4 de noviembre de 2013

MIGAS CON EL SUELO

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MIGAS CON EL SUELO











   Subía y bajaba por el columpio… dijo columpio… dijo que se acordaba de las manos muy frías, y por decir todo eso empezaba a girar, y trajo, mientras lloraba, otra prolongación de las horas que no eran días sino figuras ensimismadas en el acto de comprender tanto aquello. Una foto plegada sobre una espalda o sobre un escalón, el de arriba, otra palabra que se adentraba. Pero la niebla era los días y las semanas, una partícula de ellos, ellos allí en las escalinatas donde… ¿dónde?, ¡si se compone de letras deshilachadas como bolsillos! No puedo precisar cuánto tiempo estaré con la nariz sobre el césped alrededor de un árbol, yendo y viniendo del portalón al portalon, e imagino que con trozos de tiempo entre los libros. Le llamo tiempo a todo lo que me es impalpable, a cuanto se marchó sin querer, allí, de punta a punta de la desidia era cuando los movimientos de los colores me parecían mundos. Entré al azul por el sol y estrené el amarillo; en el verde era como identificaba mis pasos: los de los sábados, lentos, enamorados de los palos y de las cosas inútiles, aficcionados profundos a decubrir.











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jueves, 4 de octubre de 2012

LO DESCONOCIDO









LO DESCONOCIDO














      Y ahora sí, bajo a la vida, procuro entrar a los sitios, a los lugares, y lo dejo dispuesto de esta manera que no parece ni verdad ni mentira sino el azogue por entender un laberinto que se comunicaba con lo que yo sabía sobre mis pies. Eran las horas como distintos tonos de un mismo aire, el aire; era lo que veía por todas partes y lo demás el olor, los tamaños, la vejez de las cosas.

La eternidad de lo desconocido que nunca explica por qué, dónde, en qué pregunta del cuerpo se nos clavó. No puede ser, no me puedo mover, es necesario que haya un dibujo que se descuelgue de allí, que se desprenda en un libro en el que había una campana, tal como si ella fuese una mujer que me doblase justo en la puerta, en una puerta en la que suena esa campana de aquellos días en los que ella no era sino un ruido bobo, insustancial, crucial para el aburrimiento, crucial para que apareciese la angustia, decisivo y crucial para el embaucamiento que ha persistido tal como estuvo en sus ojos.


















POR LAS NOCHES








 POR LAS NOCHES














      Aquí se ve claramente todo lo que pasó, hay espacios vacíos, ampulosos, bestiales, sitios en los que puedes perder hasta el sentido de finitud.


Porque hay determinados lugares que son los únicos, los únicos en los que se desfragmenta el tiempo…  ¡Oh qué palabra, desfragmentar!, como si acaso él estuviera hecho de hilos, como si por llamarlo así con esa palabra rectangular se pudiesen medir esos rincones vacíos que fueron migas de pan,  esos espacios inciertos que era preciso crear cada vez al mirarlos. ¡Oh el tiempo!, esa palabra que nada dice y a la que siempre acudimos para eludir tanta presencia, en un afuera continuo.


Lo otro, lo que no acierta a pronunciarse jamás por temor a los imbricados trocitos de formas asidos por las minúsculas manos, llenas, todas tan llenas aquellas manos del asa, del roce, del rencor de abrochar la curva de aquella esquina donde detrás la luz era lo otro. Y el viento afuera, y el suelo  allí  donde de pronto miro, me miro de qué manera miré y es como si destapara una  imagen que lleva siglos anticipada en hoy; ya no veo mis ojos, se han hecho puentes, cada trocito de cal, los colores dudosos, las sombras que se juntaban convocando las cosas: abajo, arriba, no se han movido de donde las dejé, las ventanas no representan ser lo que son, se parecen al miedo, al entusiasmo, a todo lo incomprensible. Tan familiar y tan lejos. Hay un gesto perenne como de niña hambrienta, como de voz enjaulada, como de voz que retumba, como de voz que se expresa con absoluto silencio para que un día al fin, con absoluto candor, con todo el miedo.















lunes, 2 de julio de 2012

LA ESQUINA DEL COMEDOR

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LA ESQUINA DEL COMEDOR












      Me ha resultado imposible seguir el orden de la visita, los minutos exactos marcando cada fotografía, me permitían reconstruir la ruta pero se fue imponiendo un orden que en ocasiones me sacaba de allí. Otras, me trasladaba de arriba para abajo como sin ton ni son, de una manera tal que, algunos de los relatos podrían ser, más que pasillos, subterráneos de la imaginación, puentes a veces, y otras, tramos inexplorados pendiendo de una palabra.


Algunos sitios me trasladaban a otros sin que pudiese oponerme: rincones inexpugnables que habían permanecido a la espera, se evaporaban cuando quería llegar o los hallaba gastados por las aristas perteneciendo a otros que parecían emerger de un hundimiento de tierra. Y al detenerme a mirar, capas enteras se iban llenando de un color conocido que ni siquiera era parte del resto de la pared y me atrapaba la danza en la que, nuevamente, desfilaban los platos. Alrededor, seguía viendo los flashes y los abrigos, las dos esquinas rojas por las que habríamos de pasar, me parecieron un cartel disfrazado de puerta, la mayoría de los presentes, abandonando la gravedad, se deslizaron conmigo por las manillas de un reloj de patata y entrábamos de repente al verano.












Siempre el verano, cuando se podía ver, desde el balcón y sin necesidad de asomarse, todo aquel entramado de paralelas entre los pies de escalones con tierra; los pensamientos en vertical que bajaban antes de que quedase tiempo para contar, lúcidamente, los números de las filas. Son ligeros los brazos que nada tienen qué trasladar y llegan rápido a los columpios donde podrán habitar en la franja de luz de entre las nueve y las diez; va oscureciendo de una manera tan singular, que se puede escuchar desde todos los lados del comedor lo que cuentan los corros.
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EL PATIO DE ARRIBA

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EL PATIO DE ARRIBA














      Me pareció una de aquellas fiestas en las que cada una vestía de una manera diferente y andaba cada quien, más o menos, por donde le daba la gana andar. Solían acabar los cepillos relegados tras el reloj, los embalajes arrinconados junto a la chimenea y no quedaba una cinta que no estuviera segura de que podría reinar toda la tarde, y qué más daba si cada paso era un juego que había que ir a buscar a una caja muy grande en el centro del patio.









Entonces era cuando mejor se saltaban las escaleras de tres en tres, a veces la barandilla pegaba saltos de avispa y te podía llevar a varios lugares a la vez, las fundas de las guitarras abandonaban su oscuridad y desfilaban junto a nosotras sorteando las ramas. Entonces era cuando llegaban todos aquellos seres recién venidos desde tan lejos, cada cual con su bolso prendido en el corazón que latía a la frecuencia de su perfume. Todos los rayos del sol se convocaban alrededor de la arena formando las figuritas previamente traídas desde el invierno; las hojas de los balcones, todas sin descubrir, prolongaban su siesta de la que no pensaban salir hasta ya avanzada la noche.
















domingo, 1 de julio de 2012

PAÍS, VI

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PAÍS 





VI











      No alcanzaban las cintas para tener cierta seguridad, dados aquellos cambios bruscos que ampliaban la tierra hasta el recuadro por el que se solían filtrar, cada mañana, varios rayos de fuego que luego habrían sido como juguetes de un sueño en el que lo único real era la música.


Era tan alta como jamás lo serán las elles ni las mayúsculas, recién venida de algún lugar, en mis armarios guardaba libros repletos de preguntas que separaba entre páginas para coser y descoser, la pared es la espalda, ninguna línea tiene tanto que descubrir. A lo ancho, tengo que caminar varios días y aprendo a identificar las semanas por los lados oblicuos de la imaginación y del color gris marino.
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lunes, 25 de junio de 2012

PAÍS, III / IV

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PAÍS




III y IV






"La clasecita" (antigüa cocina), Ángela Geras








      Calor en los calcetines recién descubiertos, tan extranjera entonces como después, y sin embargo, el mismo hechizo delante de lo reconocido. Hoy de repente todo el espacio es una pared, la que queda de lejos después de haber cruzado tantos kilómetros; puede que no llegara nunca a ese lugar de frontera desarraigado de los demás y por eso me traje montones de cintas, por si acaso, tal vez, se hubiese tratado solamente de un viaje.


Ahora parece que hubieran sido mentira las direcciones hechas con las estelas de las camisas, que hubiera sido falsa la longitud y que en las horas no hubiera estado nunca aquel halo en el aire con el que me guiaba cada vez que mi cuerpo crecía. Suelo estar impermeable y ya no siento que me moja la lluvia, pero en el centro, fue todos los días un aguacero con el que me tapaba de lo desconocido. Antes de aproximarme a donde acaba la luz, salté varios metros de goma negra junto a un corro de niñas que entonaban una canción en un idioma del que sólo recuerdo dos pequeñas palabras: suelo y adiós. Podría haber sido mentira también mi temor a perderme dadas las dimensiones del cielo fabuloso que tenían los sábados del invierno.
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viernes, 22 de junio de 2012

PAÍS, III

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PAÍS 




III













      Calor en los calcetines recién descubiertos, tan extranjera entonces como después, y sin embargo, el mismo hechizo delante de lo reconocido. Hoy de repente todo el espacio es una pared, la que queda de lejos después de haber cruzado tantos kilómetros; puede que no llegara nunca a ese lugar de frontera desarraigado de los demás y por eso me traje montones de cintas, por si acaso, tal vez, se hubiese tratado solamente de un viaje.









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